diumenge, 23 de gener del 2011


Miedo a las alas 
de otros.                                     

    Tras el  primer culto, un domingo en la iglesia, dirigido por los jóvenes, tenemos motivos para estar contentos.
Sí, contentos porque hemos visto el desarrollo de unos niños que se han vuelto jóvenes, todavía adolescentes, pero ya con capacidades y talentos suficientes como para que Dios a través de ellos, pueda llevarnos a su presencia y disfrutemos de un tiempo de gloria, buena alabanza, y un trabajo bien hecho, que por encima de todo, ha llenado de satisfacción a los padres, que terminaron profesando amor a sus hijos y esto públicamente, lo que no se produce con demasiada frecuencia, pero supone un potente impulso para la confianza de los jóvenes.

No se puede volar sin alas. Y a veces por miedo, tanto miedo, se cortan las alas de aquellos que desean aprender a volar.  Miedo a que las capacidades de otros sean mejores a las nuestras, miedo a que Dios obre a través de otros de alguna forma más llamativa para los que solo siguen señales. O bien, miedo o desconfianza a que los demás no estén suficientemente capacitados o suficientemente santificados para que Dios pueda hacer la obra. Porque en definitiva la Obra es de Dios, ni tuya ni mía, por mucho que a veces nos empeñemos en aferrarnos a la Obra como si fuese de nuestra propiedad. Y por cierto, ni tú ni yo estaremos nunca lo suficientemente capacitados o santificados como para ser canales de la presencia de Dios, esto es pura gracia.

Por esto estamos contentos, por ver que Dios obra en otros y a través de otros, igual que lo hace a través de nosotros, pues Él no hace acepción de personas.

Y que es bueno ser usado en la labor de ayudar a otros a emprender su vuelo.

Os animo en este año a no cortar alas, sino más bien a ser buenos maestros de otros en el difícil arte de aprender a volar.






Eduardo Sanz.